Teoría Multi-Arquetípica de la Belleza
Una Nueva Perspectiva
La esencia de la belleza ha sido uno de los objetos de discusión más duraderos y más divisorios en la tradición filosófica occidental y es, junto con la esencia del arte, una de las dos cuestiones fundamentales en el ámbito de la estética. Aparece por primera vez en el período presocrático en la filosofía de pensadores tempranos como los pitagóricos, se convierte en un tema principal en las tradiciones clásica, medieval y neoclásica y continúa siendo ampliamente discutida por filósofos destacados a lo largo de la Ilustración y la época moderna temprana. En el siglo XX el interés filosófico por la cuestión de la belleza experimenta un declive significativo y la belleza misma deja de ser una meta primordial de las artes; sin embargo, el final del siglo es testigo de algo de un interés renovado por el asunto.
¿Qué es la belleza? ¿Qué hace bello un objeto o un ser vivo? ¿Es la belleza una cualidad objetiva o simplemente una percepción subjetiva?
Se entiende en términos generales que la belleza se trata de una cualidad estética que produce en el observador una experiencia perceptual de placer, satisfacción, amor o admiración y que el atractivo físico es la medida de cuán bellos son los rasgos físicos de los seres humanos. Sin embargo, los filósofos discrepan enormemente con respecto a qué constituye la base fundamental de la belleza y hasta qué punto es objetiva o subjetiva. En este artículo voy a producir un esbozo resumido de la dicotomía central de la objetividad-subjetividad estética y de algunos de los conceptos filosóficos importantes de la belleza y luego ofrecer una descripción sencilla de mi propia teoría o concepto del fenómeno discutido.
La Objetividad y la Subjetividad de la Belleza
Si bien no se puede negar que la belleza tiene una conexión inseparable con la experiencia subjetiva del observador, se ha debatido durante mucho tiempo si la cualidad misma se trata de una característica objetiva intrínseca a los objetos y los seres vivos bellos independientemente de cualquier observación o si se trata de una valoración cabalmente subjetiva estando ubicada sólo en el «ojo del observador». Hasta el siglo XVIII la mayor parte de las explicaciones filosóficas de la belleza consideraron que se trata de una cualidad objetiva con su origin en las propias cosas bellas a pesar de unas pocas excepciones notables como aquellas de los sofistas de la Grecia Antigua. Sin embargo, a partir de las filosofías de Hume y de Kant, existe una tendencia persistente a entender todo tipo de belleza como algo en gran medida subjetivo culminando con la perspectiva postmodernista de que la belleza es estrictamente subjetiva, relativa e incluso indefinible.
Platón (siglo IV a.e.c.) y más tarde el neoplatónico Plotino (siglo III e.c.) postularon que la belleza misma proviene del mundo inteligible de Ideas y Formas (es decir, anterior a la aparición del mundo material sensible) y que la belleza de objetos particulares deriva de su representación relativamente perfecta de la Idea o de la Forma a la cual pertenecen. Para la escuela filosófica platónica, la cualidad abstracta es incluso más objetiva y real que cualquier objeto palpable definido de este mundo e incluso asume determinada prioridad ontológica siendo considerada más fundamental que la mayoría de las demás Formas particulares y elevada como una especie de Forma de Formas. La belleza existe independientemente de si un sujeto externo la observa o no.
Aristóteles (siglo IV a.e.c.), al igual que su maestro Platón, también afirmó que la belleza es fundamentalmente objetiva aunque discrepó con su antecesor con respecto a su origen. Aristóteles apoyó lo que se conoce como el concepto clásico de la belleza concibiéndola como el resultado de proporciones ideales y correspondencias armoniosas entre todas las partes de un objeto o de un ser vivo las cuales, según él mismo, han sido demostradas de manera cabal por las ciencias matemáticas. Esta misma perspectiva prevalecería en la filosofía y las artes de la antigüedad clásica y luego gozaría de un gran reavivamiento en la época del Renacimiento Italiano siendo promovida por pintores y arquitectos tales como Giorgio Vasari (1511-1574).
Los filósofos de la Ilustración como Hume (1711-1776) y Kant (1724-1804) reconocieron un significativo aspecto de subjetividad en cuestiones de la percepción humana de la belleza y recalcó la realidad obvia de preferencias y normas estéticas divergentes entre individuos y sociedades. Hume expresó que la belleza no es una cualidad en las cosas mismas sino más bien algo que existe sólo en la mente que las contempla con cada mente percibiendo un tipo de belleza distinto. Kant asimismo afirmó que toda valoración de gustos no es nada lógica sino únicamente estética (reflejos del observador sobre el objeto o el estado) y que su motivo determinante no puede ser sino subjetivo. Ambos teóricos admitieron que las afirmaciones de belleza son intersubjetivas en lugar de objetivas.
El siglo XX fue testigo de un creciente rechazo al concepto mismo de la belleza que culminaría con el movimiento antiestético del postmodernismo. La cosmovisión postmodernista supone en su fondo una forma de relativismo cultural por la cual asevera esencialmente que en la práctica no existen tales cosas como la realidad objetiva, la verdad, el valor, la razón, el significado o el yo y que todos éstos no son más que constructos sociales e invenciones lingüísticas. Por consiguiente, el pensador postmodernista (v. gr., A.J. Ayer) concluye que todas las nociones de belleza o virtud o cualquier cualidad semejante están absolutamente carentes de sentido y el «arte» postmoderno ya no requiere que el placer estético sea un elemento principal de la representación artística favoreciendo en cambio la ironía, la parodia y el humor. Este menosprecio de la belleza seguiría hasta las décadas posteriores del siglo al final siendo enfrentado por un esfuerzo renovado por reafirmar la importancia filosófica de la belleza en las obras de tales nombres como el filósofo analítico norteamericano Guy Sircello.
Los Conceptos Filosóficos de la Belleza
El Concepto Idealista
El idealismo en su sentido metafísico afirma que el fundamento absoluto de la realidad consiste en ideas o constructos mentales en lugar de la materia y que todos los objetos y fenómenos del mundo material son simplemente reflejos sucesivos de «Formas Sustanciales» subyacentes que preexisten dentro del reino eidético o mental fundamental y organizan la materia en un surtido de objetos perceptibles definidos. Platón fue el proponente más notable de este tipo de ontología con su «Teoría de Ideas». Él supuso la existencia de un mundo inteligible más primordial, más perfecto y más divino de Ideas o Formas puras o esencias abstractas y de un mundo sensible secundario, imperfecto y más denso que contiene a los seres humanos y las cosas físicas y se trata de una representación materializada del primero. Hombres, mujeres, caballos, árboles, esferas, et cétera individuales son simplemente expresiones imperfectas de sus respectivas Ideas o Formas fundamentales.
Tanto Platón como su sucesor filosófico del tercer siglo Plotino atribuyeron el origen de la belleza al mundo inteligible de Ideas o Formas puras y propusieron que los objetos físicos y los seres vivos que típicamente se perciben como bellos reciben su belleza de su expresión comparativamente perfeccionada de la Idea o de la Forma que representan. Plotino en especial detallaría que la belleza equivale a lo que se podría describir como «buena formación» y es el resultado de la conformidad de todos los aspectos de un objeto de materia con su «Forma Ideal» mientras toda fealtad por otro lado procede de una condición de «informidad» o una desviación de la Forma Ideal apropiada. Esta explicación profundamente mística y trascendente de la belleza que contrastaba con la más terrenal interpretación estética clásica de aquel tiempo recalcaba una unidad absoluta entre partes dispares y una convergencia total en lo divino superior.
El Concepto Clásico
El concepto clásico de la belleza que conforma la base del ideal estético occidental dominante afirma que la belleza de las cosas surge de la configuración perfecta de las partes integrantes de acuerdo con la proporción, la armonía, la distribución, la elegancia y otras nociones parecidas. Aristóteles propuso que los elementos fundamentales de la belleza son el orden, la simetría y la definición y, al igual que Pitágoras un par de siglos atrás, argumentó que las configuraciones bellas muchas veces están regidas por fórmulas matemáticas específicas como una aproximación a la «proporción áurea». En el mundo clásico, se consideraba de manera amplia que determinadas esculturas como el Canon de Policleto y determinadas obras maestras arquitectónicas como el Partenón ejemplificaban las proporciones y la armonía perfectas y existía por lo tanto la noción extendida de que la belleza sublime podría lograrse por reproducir sus proporciones matemáticas ideales. El concepto clásico de la belleza se expresaba abundantemente en diversas formas de arquitectura, escultura, literatura y música grecorromana y sería reavivada de manera magnífica por los humanistas del Renacimiento Italiano como Giorgio Vasari que prefirieron su orden racional y su integridad armoniosa al estilo artístico irracional y grotesco del período gótico.
El Concepto Hedonista
En el siglo XVIII muchos filósofos comenzaron a recalcar una participación de la sensación del placer como el elemento principal de nuestra percepción de la belleza reavivando el tratamiento opositor antiguo de Epícuro (341-270 a.e.c.) y disponiendo las bases para una teoría hedonista de la belleza. El historiador italiano Ludovico Antonio Muratori (1672-1750) definió a las cosas bellas como aquellas que le agradan, regocijan y extasian al observador y provocan en él sensaciones encantadoras. Hume de manera similar describió a la belleza como una construcción de partes que le da placer y satisfacción al alma y a la deformidad como una configuración visual que causa una percepción de dolor y Kant declaró que la belleza era una cuestión de sentimiento o de placer. Para tales pensadores las respuestas subjetivas de placer y dolor pasan a primer plano.
El Concepto Utilitario
Aproximadamente al mismo tiempo algunos filósofos comenzaban a considerar la esencia de la belleza también en relación con el uso previsto de los objetos que se consideran bellos. Berkeley (1685-1753), al igual que muchos de sus contemporáneos intelectuales, reconoció que la belleza es aquello que agrada pero también propuso que las cosas bellas muchas veces agradan justo por el motivo de su utilidad. Esta consideración particular de la belleza refleja el contenido del diálogo antiguo de Jenofonte (siglo IV a.e.c.) en el cual el autor hace que el personaje Socrates le explique al hedonista Arístipo que incluso una buena canasta para el estiércol es bella ya que es adecuada para su propósito mientras un escudo de oro es feo debido a su evidente inutilidad. De acuerdo con esta corriente de pensamiento, la percepción de la belleza no siempre se trata de una experiencia sensible inmediata sino que muchas veces requiere una comprensión del uso previsto del objeto bello y una interacción práctica con él.
Teoría de la Belleza Multi-Arquetípica: Una Nueva Síntesis Objetivista-Subjetivista
He concebido un concepto peculiar de la belleza que incluye elementos de múltiples conceptos filosóficos existentes e intenta integrar tanto los aspectos objetivos como los subjetivos de la cualidad. Además, pretende explicar la esencia de la belleza a la luz de la visión ontológica distintiva de nuestra filosofía (véase «El Universo Mental»).
En esencia, nuestra propia teoría de la estética postula que a nivel más fundamental la belleza de los objetos físicos y de los seres vivos procede de una representación relativamente perfecta de las correspondientes «Formas Sustanciales» o «Arquetipos» originales del reino prefísico inobservable de mente o consciencia pura (concepto idealista), que estos mismos reflejos perfeccionados aparecen en el mundo físico observable como proporciones ideales y configuraciones óptimas de orden y de armonía muchas veces explicables en términos matemáticos (concepto clásico) y que existe efectivamente una pluralidad de subtipos o variaciones de cada Forma Sustancial o Arquetipo que impresionan a distintas almas de maneras distintas y por lo tanto explican las diferencias innegables de preferencias estéticas entre individuos (conceptos subjetivos), de ahí una «Teoría Multi-Arquetípica de la Belleza», una que conforma una síntesis objetivista-subjetivista.
Nuestra visión ontológica del «Idealismo Consciencialista», de manera similar a aquella de Platón, afirma que el universo físico en el cual vivimos no es la realidad básica ni tampoco un ente auto-existente sino más bien un derivado sucesivo o una «simulación» de algún reino fundamental y preexistente de inteligencia pura o información digital o consciencia primigenia sin forma material alguna. Este estado original corresponde al mundo cuántico precósmico y es análogo a la realidad trascendente de «Brahman» en la tradición cosmológica hindú. Podríamos incluso llamarlo «Dios» en el sentido filosófico del término (es decir, la Fuente Original). Un preuniverso de datos incorpóreos o de sustancia mental es el sustrato de la realidad. Todo lo material es una creación derivada o una proyección renderizada de éste.
La verdad es que algún tipo de corriente de datos inmaterial o cuerpo de sustancia mental con su propia capacidad de decisión y su propio poder organizador inteligente debe de ser la base absoluta del universo físico. Ya se sabe que un efecto físico siempre requiere una causa física. Tal es una ley incontrovertible de la física. Por lo tanto, el origin más remoto de la «Gran Explosión» cósmica se habrá situado en alguna realidad prefísica de «espíritu» puro que anteceda las leyes físicas normales como la causalidad e incluso el tiempo (una explicación idealista del universo es mucho más probable que cualquier afirmación materialista absurda de «todo de la nada»). Al igual que una película de DVD, toda realidad empieza como flujos de bits digitales y luego es convertida en mundos y objetos materiales.
En este universo sucesivo de materia las partículas existen como nada más que ondas de probabilidad indefinidas que engloban múltiples potenciales superpuestos de modo simultáneo hasta que sean observadas como demuestra la teoría cuántica. Es sólo con su observación que se convierten en pedazos de materia concretos. La realidad física es probabilística y de organización ascendente. Se comporta muy por el estilo del mundo simulado de algún ente cuántico-mental prefísico semejante al mundo inteligible platónico. Si esta comprensión de la realidad es correcta eso significa que todos los objetos materiales de hecho son simplemente reflejos materializados de Ideas o Formas no-físicas ubicadas en una realidad básica digital.
Estas Formas Sustanciales o Arquetipos de datos digitales puros sirven como cianotipos y moldes para las diversas creaciones materiales del mundo sensible. Organizan la materia en todos los objetos coherentes y seres vivos que observamos cada día como seres humanos, gatos, perros, plantas, árboles, rocas y ríos y todas sus correspondientes subespecies y variaciones taxonómicas. Algunos ejemplares de cada categoría, como argumentó Plotino hace casi dos milenios, representan su respectiva Forma Substancial o Arquetipo mucho mejor que otros y son estos casos muy representativos o arquetípicos que constituyen los más bellos de su género. Esta imitación próxima de la Idea original es la base de la belleza. Las representaciones materiales que se desvían grandemente de su cianotipo o molde eidético típicamente se ven como feas o deformes. La belleza objetiva es por lo tanto un alto grado de «dominio» sobre la Forma Sustancial o el Arquetipo de uno mismo.
Las representaciones mejores o casi perfectas de las Formas Sustanciales o Arquetipos se caracterizan en su mayor parte por las proporciones perfeccionadas y los altos grados de armonía y simetría y orden racional que forman la base del concepto clásico de la belleza. La perfección clásica es el resultado de una fuerte conformidad con la Idea original del onjeto particular. La perspectiva clásica puede explicar qué tipos de proporciones y configuraciones de partes son necesarios para el logro de la belleza en esta realidad física y en ese sentido resulta ser altamente práctica como atestigua la abundancia de hazañas arquitectónicas, esculturales y artísticas maravillosas de los períodos clásico y neoclásico; sin embargo, su carencia principal es que no puede explicar cómo esas mismas proporciones ideales y configuraciones armoniosas surgen en el mundo material o cuál es su origen fundamental. Aquí es donde el más metafísico y más esotérico concepto idealista de la belleza complementa la comprensión clásica.
Las Formas Sustanciales o los Arquetipos pueden presentar múltiples subtipos o modelos derivados de los cuales todos poseen su propia escala de perfección respectiva. Esto se espera en una realidad simulada que se basa en probabilidades. Obviamente en un mundo de muchos sujetos conscientes con libre albedrío determinadas variaciones de una Forma Sustancial o de un Arquetipo atraerán a algunas personas más que a otras. Aquí podemos explicar las grandes diferencias de las preferencias estéticas subjetivas que encontramos entre individuos y colectivos distintos. Se puede decir que cada variación tiene su propia base de aficionados respectiva que depende de predilecciones personales que pertenecen sólo al alma (aspecto subjetivo); sin embargo, la mayor parte de los aficionados de alguna variación particular típicamente preferirán a sus ejemplares más perfeccionados que la representan el mejor (aspecto objetivo). Este concepto es fácil de explicar con el siguiente ejemplo del atractivo físico humano.
Algunos hombres tienen un amor especial por las rubias mientras otros se caracterizan por una preferencia abrumadora por las morenas. Éstas son percepciones subjetivas. Aquí «Mujer» es la Forma Sustancial o el Arquetipo fundamental y derivados tales como «rubia nórdica», «morena alpina», «latina» y «asiática delicada» son subtipos o variaciones. Cada uno de estos subtipos también tendrá sus propios subtipos ulteriores basados en patrones más detallados de variación fisonómica. Los amantes de las rubias se sentirán atraídos principalmente por las féminas que pertenecen al grupo rubia nórdica y los amantes de las morenas por aquellas que pertenecen al grupo morena alpina. El motivo de estas preferencias personales se desconoce. Por supuesto, cada subtipo incluye su propia escala de perfección respectiva. Una rubia nórdica que representa hasta un nivel de perfección alto ese subtipo particular de la Forma Sustancial «Mujer» será objetivamente más bella que otra rubia nórdica con un nivel de representación mucho menor. Ella inevitablemente será más favorecida por la mayoría de los amantes de las rubias que su contraparte mediocre. El mismo principio se aplica a todos los otros subtipos. Puede que un hombre sea capaz de reconocer la belleza objetiva (perfección arquetípica) en ciertas damas sobresalientes de un subtipo que no es su favorito debido a sus proporciones corporales ideales y a su «buena formación» superior pero él seguirá prefiriendo por lo general a las chicas de su propio subtipo predilecto debido a sus propios gustos estéticos subjetivos. Lo objetivo y lo subjetivo coexisten y se interpenetran.
Ejemplos 1: Rubia Nórdica (Perfección Baja, Perfección Mediana, Perfección Alta)
Ejemplo 2: Morena Alpina (Perfección Baja, Perfección Mediana, Perfección Alta)
Ejemplo 3: Latina (Perfección Baja, Perfección Mediana, Perfección Alta)
Los anteriores son tres distintos subtipos generales de la belleza femenina: la rubia nórdica, la morena alpina y la latina. Cada imagen incluye desde el lado izquierdo hacia el derecho a un ejemplar por debajo del promedio, un ejemplar corriente y un ejemplar altamente perfeccionado. El ejemplar por debajo del promedio de cada subtipo respectivo se caracteriza por una obvia desviación de la Forma Sustancial o del Aquetipo «Mujer». Le faltan las proporciones corporales y faciales típicamente femeninas por causa del sobrepeso. Pocos hombres lo considerarán atractivo. El ejemplar altamente perfeccionado de cada subtipo respectivo, por otro lado, se caracteriza por un nivel extremadamente alto de «buena formación». Posee unas proporciones corporales y faciales muy definidas y armoniosas además de mayor neotenia y cierta luminosidad de la piel. Casi todos los hombres lo considerarán atractivo sin importar cuál es su propio subtipo preferido. Eso es porque ella es objectivamente bella representando la cualidad abstracta de «mujeridad» hasta la perfección casi absoluta.
Repaso Breve de la Teoría
1. La realidad física es una creación sucesiva de un reino fundamental y preexistente de inteligencia pura o información digital o consciencia primordial (es decir, el mundo cuántico prefísico) y como tal todos los objetos materiales son simplemente reflejos materializados de las Formas Sustanciales o de los Arquetipos (cianotipos y moldes eidéticos) de la realidad básica no-física.
Idealismo Metafísico, Monismo Espiritualista y Argumento de Simulación
2. Los objetos materiales representan sus respectivas Formas Sustanciales o Arquetipos en grados de perfección variables. Aquellos de alguno tipo particular que se asemejan más perfectamente a su propio ideal son típicamente los más ballos en términos objetivos. La belleza objetiva es por lo tanto un alto grado de representación perfecta de la Forma Sustancial o del Arquetipo al cual un objeto pertenece (es decir, «buena formación»). La fealdad o la deformidad por otro lado es causada por una desviación significativa del modelo eidético apropiado o una condición de «informidad». Un alto grado de representación perfecta de una Forma Sustancial o de un Arquetipo se manifiesta en la realidad física como las proporciones ideales y las características de armonía clásicas.
Síntesis de los Conceptos Idealista y Clásico de la Belleza
3. Existe al mismo tiempo una amplia pluralidad de subtipos y de variaciones conforme a cada Forma Sustancial o Arquetipo particular y cada una de éstas es percibida con grados variables de afición por personas distintas. Dicho de manera sencilla, algunas personas prefieren ciertos subtipos a otros por motivos íntimamente personales, de ahí el aspecto subjetivo de la estética.
Multi-Aquetipicalidad y Diferencias de Gustos Estéticos
4. Cada subtipo o variación de una Forma Sustancial o de un Arquetipo incluye su propia escala de perfección respectiva. Los ejemplares individuales que representan hasta un nivel de perfección alto su propio subtipo son objetivamente bellos y a menudo son ampliamente considerados como tal por la mayoría de los observadores. Sin embargo, cada sujeto también tiene sus propias preferencias abrumadoras por ciertos subtipos o variaciones.
Síntesis de los Aspectos Objetivo y Subjetivo de la Belleza
Lo mencionado arriba constituye, desde mi punto de vista, un concepto bastante singular y más matizado de la belleza. Tal vez sea la primera teoría de la estética con referencia al argumento de simulación o a un concepto moderno del idealismo metafísico.
Consideraciones Misceláneas
La Razón de las Diferencias Individuales con respecto a la Percepción Estética
¿Por qué algunos prefieren ciertos estilos estéticos a otros? ¿Cuál es la base de esta subjetividad en el observador? Especulo que a nivel más fundamental los gustos estéticos de cada uno están determinados en gran medida por la constitución distintiva y las frecuencias de «vibración» variables de su alma. La gente simplemente se siente atraída por ciertos estilos estéticos partiendo de los contenidos y la condición actual de su propia consciencia individual. Lo semejante atrae a lo semejante. Sin embargo, sería absurdo sugerir que todos los gustos estéticos son simplemente iguales pero distintos. Algunas minorías tienen una predilección atípica por ciertas expresiones de fealtad o discordía o distorsión que la mayor parte de las personas encuentran desagradables o incluso repugnantes. Prefieren de modo explícito las versiones menos perfeccionadas o más deformes de algún model arquetípico determinado. ¿Qué es la razón de esto? Aquellos cuyas almas vibran en una frecuencia alta y están en gran sincronía con las Formas Sustanciales y los Arquetipos del reino fundamental y preexistente de inteligencia primordial o del mundo inteligible platónico naturalmente se sentirán atraídos por las formas de arte y cultura más elegantes y más armoniosas que reflejan más íntimamente estos ideales perfectos como los estilos clásico y neoclásico mientras las personas cuyas almas vibran en una frecuencia más baja y con menos congruencia con las mismas Formas Sustanciales o Arquetipos de la realidad básica inmaterial típicamente gravitarán hacia las formas estéticas más distorsionadas y más disonantes de índole vulgar y muchas veces grotesca (v. gr., la arquitectura gótica, el «arte» postmoderno, etcétera). Un amor por la deformidad o la discordia o la distorsión revela un estado pervertido o trastornado del ser más íntimo de uno mismo.
Esta idea de la atracción estética como el reflejo del contenido del alma de uno mismo está manifiesta en todos los aspectos de la vida. Lo que amamos es en su mayor parte una imagen invertida de quiénes somos. Considerad, por ejemplo, los gustos musicales y sus subculturas relevantes. Las personas de una constitución espiritual más equilibrada suelen preferir estilos musicales que sean más melódicos, más eufónicos y más animados y con frecuencias sonoras superiores y letras en gran medida positivas como el postdisco, el R'n'B y el glam metal de los años 80 así como también diversas formas de música clásica mientras las almas que vibran en frecuencias inferiores vinculadas con la depresión, el enfado, el miedo y el odio muchas veces gravitarán hacia estilos musicales cuyos sonidos sean más distorsionados, más disonantes y más cacofónicos y con frecuencias sonoras inferiores y cuyas letras incluyan temas de inquitud, congoja, suicidio u hostilidad como la depresiva música grunge, gótica y emo o el enfadado y psicótico thrash metal, black metal y nu metal. Puede que estos últimos estilos les suenen naturales y atractivos a las personas cuya psique está en sincronía con sus frecuencias inferiores pero sin duda serán percibidos como antinaturales o incluso insoportables por cualquier persona de vibración alta. Se puede decir lo mismo acerca de los estilos de moda subculturales. Las personas de frecuencias superiores típicamente preferirán los diseños de ropa armoniosos y una preponderancia de colores brillantes que expresan la positividad mientras los góticos deprimidos, por ejemplo, parecen encontrar placer en una especie de moda antiestética caracterizada por una falta de armonía intencionada, tonos apagados de negro y blanco y una tendencia a la androginia (rasgos que se caracterizan a su vez por una condición de «informidad» o una desviación marcada de las Formas Ideales).
¿Por qué algunos prefieren ciertos estilos estéticos a otros? ¿Cuál es la base de esta subjetividad en el observador? Especulo que a nivel más fundamental los gustos estéticos de cada uno están determinados en gran medida por la constitución distintiva y las frecuencias de «vibración» variables de su alma. La gente simplemente se siente atraída por ciertos estilos estéticos partiendo de los contenidos y la condición actual de su propia consciencia individual. Lo semejante atrae a lo semejante. Sin embargo, sería absurdo sugerir que todos los gustos estéticos son simplemente iguales pero distintos. Algunas minorías tienen una predilección atípica por ciertas expresiones de fealtad o discordía o distorsión que la mayor parte de las personas encuentran desagradables o incluso repugnantes. Prefieren de modo explícito las versiones menos perfeccionadas o más deformes de algún model arquetípico determinado. ¿Qué es la razón de esto? Aquellos cuyas almas vibran en una frecuencia alta y están en gran sincronía con las Formas Sustanciales y los Arquetipos del reino fundamental y preexistente de inteligencia primordial o del mundo inteligible platónico naturalmente se sentirán atraídos por las formas de arte y cultura más elegantes y más armoniosas que reflejan más íntimamente estos ideales perfectos como los estilos clásico y neoclásico mientras las personas cuyas almas vibran en una frecuencia más baja y con menos congruencia con las mismas Formas Sustanciales o Arquetipos de la realidad básica inmaterial típicamente gravitarán hacia las formas estéticas más distorsionadas y más disonantes de índole vulgar y muchas veces grotesca (v. gr., la arquitectura gótica, el «arte» postmoderno, etcétera). Un amor por la deformidad o la discordia o la distorsión revela un estado pervertido o trastornado del ser más íntimo de uno mismo.
Esta idea de la atracción estética como el reflejo del contenido del alma de uno mismo está manifiesta en todos los aspectos de la vida. Lo que amamos es en su mayor parte una imagen invertida de quiénes somos. Considerad, por ejemplo, los gustos musicales y sus subculturas relevantes. Las personas de una constitución espiritual más equilibrada suelen preferir estilos musicales que sean más melódicos, más eufónicos y más animados y con frecuencias sonoras superiores y letras en gran medida positivas como el postdisco, el R'n'B y el glam metal de los años 80 así como también diversas formas de música clásica mientras las almas que vibran en frecuencias inferiores vinculadas con la depresión, el enfado, el miedo y el odio muchas veces gravitarán hacia estilos musicales cuyos sonidos sean más distorsionados, más disonantes y más cacofónicos y con frecuencias sonoras inferiores y cuyas letras incluyan temas de inquitud, congoja, suicidio u hostilidad como la depresiva música grunge, gótica y emo o el enfadado y psicótico thrash metal, black metal y nu metal. Puede que estos últimos estilos les suenen naturales y atractivos a las personas cuya psique está en sincronía con sus frecuencias inferiores pero sin duda serán percibidos como antinaturales o incluso insoportables por cualquier persona de vibración alta. Se puede decir lo mismo acerca de los estilos de moda subculturales. Las personas de frecuencias superiores típicamente preferirán los diseños de ropa armoniosos y una preponderancia de colores brillantes que expresan la positividad mientras los góticos deprimidos, por ejemplo, parecen encontrar placer en una especie de moda antiestética caracterizada por una falta de armonía intencionada, tonos apagados de negro y blanco y una tendencia a la androginia (rasgos que se caracterizan a su vez por una condición de «informidad» o una desviación marcada de las Formas Ideales).
La Esencia de las Percepciones Subjetivas de la Belleza
¿Qué motivo caracteriza los aspectos subjetivos de nuestro aprecio de la belleza? ¿Es uno de esencia hedonista de acuerdo con Epícuro y Arístipo? ¿O es uno de propensión utilitaria de acuerdo con Socrates (en la obra de Jenofonte) y Berkeley? ¿O es algo totalmente distinto? La verdad es que cada acto de apreciar alguna forma de belleza podría ser motivado por cualquiera de estas cosas dada su subjetividad inherente. Estos motivos subjetivos sólo se tratan de repuestas concomitantes al factor más fundamental de la «buena formación» o la representación perfecta objetiva. La esencia precisa de nuestra percepción estética probablemente depende de nuestro estado mental y nuestras circunstancias actuales. Por ejemplo, supongamos que una estrella de rock famosa y exitosa tiene la costumbre de salir y acostarse con una amplia selección de féminas excepcionalmente atractivas todas las semanas. Aparece con ellas en público y luego después de los espectáculos las lleva a su cuarto de hotel y disfruta del sexo apasionado con ellas. El motivo de su aprecio subjetivo de la belleza objetiva de estas chicas puede variar bastante a pesar de que el contexto sea igual. Puede que su motivo sea más hedonista englobando un deseo honesto de obtener placer carnal de sus encuentros sexuales lascivos. Puede que su motivo sea más utilitario basándose en un deseo más oculto de proyectarles la imagen de una vida loca de glamour y de lujo a sus aficionados y así aumentar su popularidad y su venta de discos. Si la estrella de rock famosa y exitosa es más filosófica o más espiritual o quizás un idealista es posible que él esté buscando experimentar en esas mujeres excepcionalmente atractivas algún tipo de belleza que refleje perfectamente ciertas Formas Sustanciales o Arquetipos (es decir, una comunión extática con las Formas Ideales de aquel reino divino misterioso). Las respuestas subjetivas son sólo secundarias siendo influenciadas por la situación particular.
Contra la Antiestética Postmodernista
Los pensadores postmodernistas niegan la posibilidad de la belleza objetiva ya que rechazan a priori cualquier noción de una realidad objetiva. Todos los valores, verdades y significados, ellos aseveran, sólo se construyen socialmente y son por lo tanto fundamentalmente relativos. La belleza se considera una idea totalmente subjetiva y ficticia que cada sujeto proyecta sobre ciertos objetos de acuerdo con sus propias valoraciones artificiales particulares. Nuestro concepto de la belleza basado en nuestra postura ontológica distintiva del idealismo metafísico se contrapone totalmente a esta afirmación antiestética postmodernista. La belleza objetiva no sólo existe en muchas cosas dentro del mundo sensible y muchas veces puede explicarse en términos de proporciones matemáticas ideales de acuerdo con el concepto clásico sino que también es el resultado de una representación perfecta de Formas Sustanciales o Arquetipos relevantes que tienen su propia existencia independiente en una realidad básica mucho más fundamental de inteligencia primigenia y de modelos eidéticos prefísicos y son por lo tanto esencialmente más reales que la misma realidad física. Los objetos, las obras artísticas y los seres humanos que se aproximan más a las Formas Sustanciales o a los Arquetipos a los cuales pertenecen son intrínsecamente bellos o al menos poseen elementos de la belleza intrínseca sin importar las percepciones subjetivas de personas individuales. Los objetos, las obras artísticas y los seres humanos que carecen de «buena formación» o se desvían de manera sustancial de su propio modelo eidético arquetípico por otro lado son objetivamente feos o estéticamente desagradables por más que aquellos que están influenciados por el pensamiento postmodernista quieran afirmar lo contrario. Ciertos absolutos existen y hallan su primer origen en la realidad básica trascendente de la Fuente Original. Entre ellos están no sólo la belleza sino también la virtud, el amor, el orden natural, la eudaimonía y el instinto vitalista de expandirse y evolucionar (lo que nuestra filosofía denomina el «Principio Prometeico»).
Los pensadores postmodernistas niegan la posibilidad de la belleza objetiva ya que rechazan a priori cualquier noción de una realidad objetiva. Todos los valores, verdades y significados, ellos aseveran, sólo se construyen socialmente y son por lo tanto fundamentalmente relativos. La belleza se considera una idea totalmente subjetiva y ficticia que cada sujeto proyecta sobre ciertos objetos de acuerdo con sus propias valoraciones artificiales particulares. Nuestro concepto de la belleza basado en nuestra postura ontológica distintiva del idealismo metafísico se contrapone totalmente a esta afirmación antiestética postmodernista. La belleza objetiva no sólo existe en muchas cosas dentro del mundo sensible y muchas veces puede explicarse en términos de proporciones matemáticas ideales de acuerdo con el concepto clásico sino que también es el resultado de una representación perfecta de Formas Sustanciales o Arquetipos relevantes que tienen su propia existencia independiente en una realidad básica mucho más fundamental de inteligencia primigenia y de modelos eidéticos prefísicos y son por lo tanto esencialmente más reales que la misma realidad física. Los objetos, las obras artísticas y los seres humanos que se aproximan más a las Formas Sustanciales o a los Arquetipos a los cuales pertenecen son intrínsecamente bellos o al menos poseen elementos de la belleza intrínseca sin importar las percepciones subjetivas de personas individuales. Los objetos, las obras artísticas y los seres humanos que carecen de «buena formación» o se desvían de manera sustancial de su propio modelo eidético arquetípico por otro lado son objetivamente feos o estéticamente desagradables por más que aquellos que están influenciados por el pensamiento postmodernista quieran afirmar lo contrario. Ciertos absolutos existen y hallan su primer origen en la realidad básica trascendente de la Fuente Original. Entre ellos están no sólo la belleza sino también la virtud, el amor, el orden natural, la eudaimonía y el instinto vitalista de expandirse y evolucionar (lo que nuestra filosofía denomina el «Principio Prometeico»).
El Aristocratismo como la Búsqueda de la Máxima Representación de la Forma Sustancial «Hombre»
El espíritu aristocrático encarna en su fundamento un osado anhelo de forjar a los hombres de instintos superiores en un reflejo cada vez más fiel de la Forma Ideal del «Hombre» en su máxima encarnación posible. Su único propósito es el de pulir al alma humana y volverla más noble, más virtuousa, más brillante y más magnífica. Su motivo final está en distinguir a aquellos con facilidad para la grandeza de la expresión de la humanidad tan gravemente disminuida que caracteriza a la multitud vulgar y transformarlos en representaciones extraordinarias de la perfección humana. El espíritu aristocrático es la voluntad de la belleza en todos sus aspectos más espirituales. El hombre moderno banáusico que vive sólo para laborar de manera servil en un mundo del más vulgar materialismo económico y distraerse con las más irreflexivas variedades de escapismo hedonista constituye una forma extremadamente desviada del tipo humano. El hombre podría ser tanto más. El aristocratismo pretende liberar todas las cualidades más bellas y más elevadas del alma humana. El ser noble está invariablemente caracterizado por un profundo sentido de idealismo.
Véase también: